En la fauna docente hay dos especies bien diferenciadas, los que conciben el examen como un juicio y los que piensan que es una oportunidad para enseñar. Para los primeros, el alumno es un sospechoso que tiene que probar que sabe; todos los recursos son válidos para poner en evidencia su ignorancia: preguntas capciosas, ejercicios arbitrarios, hipótesis laberínticas. Para los otros, el examen es una oportunidad para aprender, equivocarse y seguir aprendiendo; todo traspié es una excusa para retomar la discusión, desaprender y seguir construyendo saberes.
Ahora bien, pese a las diferencias, hay un problema que ambas partes deben resolver por igual. Y no se trata de sospechar del alumno, sino de saber si estamos evaluando los saberes del estudiante o de alguien más.
Copiar, plagiar o machetearse son algunos términos que tiene la jerga para referirse al acto de evadir el propósito de un examen. En el ámbito universitario le damos el nombre más pomposo de fraude académico y se puede definir como un comportamiento inconsistente con los requerimientos de evaluación y violatorio de las políticas institucionales (Herdian y Wahidah, 2021)
Hasta aquí nada nuevo; puede que sea la práctica estudiantil más vieja de la historia y seguramente todos lo hemos hecho en algún momento. Lo único que cambia es el método: hoy lo que está de moda es hacerlo con la ayuda de la inteligencia artificial (IA). Aquí se pone divertido porque puede ser el método más difícil de detectar, aunque no imposible. Aquí les cuento de qué se trata y qué se puede hacer.
El fraude académico mejorado con IA
Más allá de todos los beneficios que las TIC han aportado a la educación, algunos autores como Morales-Caguana (2023) sostienen que ponen en riesgo la integridad académica. Como siempre, este tipo de afirmaciones son cuestionables, ya que las tecnologías no operan ni tienen intencionalidad. Al final del día, siempre es un estudiante quien infringe las normas con o sin las tecnologías.
Se trata de un comportamiento inapropiado que otorga al estudiante una ventaja injusta, no ganada o no merecida (Lujan y Zevallos, 2022); desde el punto de vista ético afecta a los valores y sentido de la responsabilidad de los estudiantes (Hernández, 2022). Pero, para la institución supone, además, un problema legal, ya que no puede convalidar la debida formación del futuro profesional.
Por cierto, el fraude académico es un tema recurrente en las instituciones educativas y se da en todos los contextos (Sabogal et al., 2019). A pesar de que la mayoría de los estudiantes reconocen que cometer fraude académico es un error, una proporción significativa admite haber incurrido en esta conducta en algún momento (Pardo & Rodríguez-Casals, 2019).
No pasa por la tecnología
Si se piensa, el problema no es la tecnología sino las personas. El problema de fondo es cómo pensamos a la evaluación y qué queremos hacer con ella. Porque si el futuro profesional ha de trabajar con la asistencia de algoritmos de IA, entonces una evaluación genuina debería estar asistida por IA también. El problema es que insistimos en hacer exámenes de memoria allí donde no se justifican o queremos ganarle la pulseada del ingenio a los estudiantes. Y, ¿para qué?, ¿qué ganamos con eso?
En una ponencia preciosa que recomiendo leer con detenimiento, Lupín y Agustinelli (2015) hablan de evaluación progresiva. Se trata de un sistema de evaluación con un seguimiento cercano por parte del docente, en la que cada evaluación esté acompañada por una devolución personalizada. Una evaluación que no evalúe al estudiante, sino a sus logros. Si partimos de esta base, podemos pensar en actividades situadas, es decir, trabajos prácticos y exámenes con problemas como los que se dan en la vida real. Y aquí es donde entra la IA.
En vez de vigilar al estudiante para que no utilice la IA, podemos enseñarle a utilizarla de manera correcta. Es decir, dejar que redacte parte o la totalidad de una respuesta con ChatGPT, o que resuelva un ejercicio con WolframAlpha. Eso no importa. El punto es que el estudiante evalúe luego el resultado y determine si es correcto o no.
La evaluación podría ser un coloquio, una presentación escrita en la que justifica su análisis, un cuestionario de opción múltiple donde todas las respuestas se parecen y la IA ayuda a discriminar las diferencias. En fin, cambiar el paradigma y subir el nivel de exigencia.
En vez de pedir saberes de memoria, podemos empezar a evaluar las competencias.
Para seguir conversando
Si tira alguna de estas palabras en la sala de maestros podrá encender desde un tímido debate hasta una batalla campal. Eso es divertido. La educación es sinónimo de cambio, de actualización, de adaptación a las necesidades emergentes. Así que podemos charlar una y mil veces cada tema.
Le dejo una pregunta para seguir conversando, ¿cómo evaluaría usted a sus estudiantes?
¡Nos seguimos leyendo!
Fuentes consultadas
Herdian, H. y Wahidah, F. (2021). ¿La determinación garantiza que los estudiantes incurran en la deshonestidad académica? PANORAMA, Vol. 15, N° 29. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=343967896002
Lujan, C. P. y Zevallos, E. C. (2022). Factores que condicionan el fraude académico: percepción de estudiantes de contabilidad en una universidad pública. Alternativa Financiera, 13(1), 91-103. https://doi.org/10.24265/afi.2022.v13n1.04
Lupín, B. y Agustinelli, S. (2015). Reflexiones acerca del rol del examen final en un sistema promocional. VIII Jornadas anuales y 1° Congreso Internacional sobre la formación del profesorado. Universidad Nacional de Mar del Plata.
Morales-Caguana, E. F. (2023). Lineamientos metodológicos para el uso de tecnología y prevención del fraude académico en el contexto universitario. 593 Digital Publisher CEIT, 8(2-1), 90-103. https://doi.org/10.33386/593dp.2023.2.1725
Pardo, A. and Rodríguez-Casals, C. (2019). Fraude académico en la universidad: análisis de un caso real, el conflicto y su resolución. Education Policy Analysis Archives, 27, 40. https://doi.org/10.14507/epaa.27.2829
Sabogal, D. M., Pineda, A., López, Á. B., Gómez, T., & Nieves, L. M. (2019). Vida universitaria: una visión desde las vivencias y prácticas del fraude académico. Revista Universidad De La Salle, 1(80), 181-203. https://doi.org/10.19052/ruls.vol1.iss80.12
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