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Tecnología, sociedad y educación

Un refrán popular sentencia: “dime con quien andas y te diré quién eres”. Lo divertido de esto es que a veces nos andamos con ciertos autores y corrientes de pensamiento que no conocemos. Como muchas otras cosas en la vida, algunos posicionamientos que llegamos a naturalizar nos fueron impuestos culturalmente, por la influencia de los medios de comunicación o por falta de otros mejores.

Fuente: freepik.es

Cuando hablamos de tecnologías es fácil encontrar ciertos discursos que se repiten una y otra vez: “la tecnología no es buena ni mala, depende de cómo se use”; “yo no soy bueno con la tecnología, así que le pido todo al técnico” o “las nuevas generaciones entienden la tecnología porque nacieron con la PlayStation”. Estas frases parecen no conectarse entre sí, pero tienen un común denominador: a la base todas tienen algún enfoque que sustenta supuestos ontológicos a la vez que configuran marcos éticos. Claro, usted pensará “chocolate por la noticia, la vida misma es así”. Puede ser, sin embargo, en el caso de la tecnología esto se discute poco y se legitima mucho.

Lo que quiero decir es que la forma en que pensamos las tecnologías impacta en nuestras vivencias, influye en nuestras decisiones y sesga nuestra autopercepción de capacidad.

Por ejemplo, ¿qué pasa una si persona piensa que no es buena con la tecnología? En un mundo altamente tecnificado sentirse incapaz de controlar la tecnología va en detrimento de la sensación de empoderamiento. Es lo opuesto. Es el sentimiento de que no se es apto para vivir en los tiempos que corren. Supone la necesidad de refugiarse en carreras y actividades que trabajen con baja tecnología. La percepción de dependencia (“tendré que pagarle a alguien para que lo haga por mí”).

Es hora de preguntarse: ¿y si el problema son mis supuestos? ¿Puede ser que sea bueno en el uso de tecnologías y no lo sepa? ¿si lo intento de nuevo, podré controlar la tecnología? ¿quiero hacerlo? … Porque quizás sea más cómodo pagar para que alguien más lo haga.

Es hora de hablar.

Formas de pensar la tecnología

Hacia los siglos XVIII y XIX el término tecnología tenía un sentido estricto y limitado que estaba en función de las artes prácticas, que dejaba de lado lo instrumental, lo mecánico, las organizaciones, los métodos y otros enfoques que le caben aplicar (Winner, 1978; Osorio, 2002; Winner, 1979).

Las corrientes dominantes en Europa suponían que la tecnología era el conjunto de métodos a los que se había arribado racionalmente y cuya eficacia se extendía hacia todos los campos de la actividad humana. Más tarde, hacia fines del s. XX la tecnología se comenzaría a controlar y promover desde las políticas de gobierno al ser evidente que los avances tecnológicos representaban ventajas militares y comerciales. En otras palabras, la tecnología era poder.

La filosofía pluralista, por su parte, sostiene que varios significados pueden ser simultáneamente posibles (en distintos niveles) si se considera que forman parte de las representaciones sociales de distintos colectivos (Osorio, 2002). Podemos distinguir tres corrientes dominantes:

  • Enfoque instrumental o artefactual: esta corriente, quizás la más arraigada en la vida ordinaria, piensa a la tecnología como herramientas o artefactos que sirven a una determinada tarea. Dichos artefactos pueden ser el resultado del conocimiento técnico o bien derivados de la ciencia. Como este enfoque se corresponde con la “visión de túnel de la ingeniería”, se considera que la tecnología empieza y termina en la máquina (Osorio, 2002; Pacey, 1990). El corolario de esta postura es que le otorga, a los científicos e ingenieros, el derecho de decidir qué es tecnológicamente correcto. En el corazón de este postulado subyace la falacia de que el producto tecnológico es intrínsecamente neutro, por cuanto puede ser utilizado para el bien o para el mal. Lo cierto es que, lejos de ser neutrales, las tecnologías otorgan un contenido real al ámbito en el que se aplican. Habilitan y extienden ciertos fines a la vez que niegan o imposibilitan otros. 
  • Enfoque cognitivo: en este caso la ciencia es la que separa la técnica de la tecnología. La técnica opera desde las experticias que se logran por la actividad empírica (por ejemplo, el arado, la rueda). En cambio, a la tecnología se llega por medio del conocimiento científico aplicado (como el láser y la robótica). La tecnología como ciencia aplicada implica que está constituida por un conjunto de reglas tecnológicas que serían deducibles de leyes científicas. Asimismo, una teoría tecnológica, surge de un conjunto de reglas prescriptivas para la acción eficiente orientada a la resolución de problemas prácticos. Se trata entonces de teorías tecnológicas operativas que involucran la relación hombre máquina (Osorio, 2002). A diferencia del enfoque instrumental, la tecnología y su uso eficiente no son independientes. Muy por el contrario, la tecnología y su marco de aplicación están fuertemente ligados al punto tal que no es posible utilizar una tecnología si se desconocen sus modelos teoréticos y su función operativa.
  • Enfoque sistémico: se entiende a la tecnología como producto de una unidad compleja constituida por los materiales, los artefactos y la energía, como así también los agentes que la trasforman. El punto clave aquí es que el desarrollo tecnológico partiría de la innovación social y cultural. La tecnología se interpreta desde la Teoría General de los Sistemas como un conjunto de componentes interrelacionados entre sí (Bertalanffy, 1968; Bertalanffy, 1978). La práctica tecnológica estaría formada por tres componentes: el organizativo, el cultural y el técnico. De esta forma la tecnología es una relación entre las personas y el conocimiento
Ahora bien, todos estos enfoques tienen a la base, supuestos teóricos y ontoepistemológicos implícitos. Sansot (2003) llama a situar humanamente a la tecnología, para lo cual toma como unidad de análisis a la acción tecnológica, para analizar las teorías implícitas. Es conveniente situar la acción tecnológica regulada socialmente para analizar “lo tecnológico” a la luz de los conceptos de “herramienta” y “signo” en una acción mediada que da lugar a intercambios interpersonales.

Fuente: freepik.es


La actividad que utiliza una tecnología lejos está de ser mecánica e inerte. Dicha actividad está llena de sentido humano y responde al interés que despierta en el sujeto. Responde a una motivación que dirige la acción a la satisfacción de una necesidad determinada. Si el agua riega un plantío es un acontecimiento natural; pero, si el hombre controla el curso del agua para que riegue un plantío, el mismo fenómeno es resignificado como una acción tecnológica (Sansot, 2003).

La mirada artefactual no permite comprender la tecnología en su totalidad. El hombre utiliza la tecnología para sus fines, pero antes planifica su diseño y producción, sobre la base de desarrollos científicos que han surgido de la evolución del pensamiento humano.


La tecnología como causa y efecto

La tecnología puede verse como un medio para conseguir un fin, como instrumentos creados del hombre e, incluso, como el epítome de la civilización. Pero en estas miradas suele omitirse la relación del hombre con la tecnología. Se debe tener en cuenta que la tecnología también involucra prácticas instrumentales como la fabricación de los artefactos que la componen, la enseñanza de las técnicas requeridas para su manipulación, las demandas que satisface en la cultura o las agendas político-económicas entre otras consideraciones (Rammert, 2001).

Tradicionalmente la tecnología se ha pensado desde cuatro ejes: la materia que constituye el hecho técnico; la forma; el fin o el objetivo deseado; y la acción eficiente que el hombre le asigna.

Esto no está exento de controversias. Por ejemplo, está ampliamente legitimado en la sociedad que las tecnologías no son ni buenas ni malas pues su valor depende del uso que se haga de ellas. Esta afirmación es difícil de sostener: McLuhan (1975) se pregunta ¿una bala es buena si mata un ladrón y mala si impacta a un inocente? Para pensar.

En la encrucijada de la tecnología y la Educación

Ahora bien ¿qué pasa cuando estos enfoques atraviesan a la Educación? Empecemos por decir que todo fenómeno educativo es complejo. El aula es una encrucijada de múltiples universos ¡Cada persona es un universo complejo!

Pero el tema aquí es el docente como actor social y educativo. En tanto persona cada docente piensa la tecnología desde algún paradigma que adopta, comprende y defiende. O no, quizás sólo asimiló un paradigma socialmente instalado. Porque la falta de reflexión provoca justamente esto: apropiar supuestos sin someterlos a análisis previo.

Esto es así: todo enseña, pero no todo educa.

¿Qué provoca un docente en el aula desde sus posicionamientos sobre el uso de la tecnología? ¿Qué está enseñando un docente que no usa la tecnología? ¿Qué enseña un profesor cuando se derrumba ante una dificultad técnica? ¿Qué ve un estudiante cuando sus docentes hablan mal de la tecnología y sólo valoran tiempos pasados? ¿Qué aprende un alumno cuando su vida tiene tecnologías que el aula no tiene?

Que las TIC son buenas, que las TIC son malas. Que hay que permitir el celular, que hay que prohibirlo. Que la computadora enseña o que no enseña porque distrae... Hace tiempo que me preocupan estos debates. Mientras nos tomamos el tiempo para debatir el uso de las TIC en el aula, la vida pasa y deja a la escuela detrás.

Si la escuela forma a la persona para la vida, las tecnologías deben estar en el aula. De otra forma la escuela termina siendo un artificio pedagógico desconectado de la realidad.


Tampoco es fácil ser docente

Siendo justos, soy consciente del esfuerzo que representa para los docentes acercarse a la tecnología y mantener el ritmo. Los avances en materia de ciencia y técnica se suceden con inusitada rapidez. Y por cada avance tecnológico, se multiplican la cantidad de productos que implementan una misma tecnología para competir en un mercado exuberante de dólares.

Ante todo, los docentes somos modelos sociales. Lo que hacemos, como lo que no logramos hacer se constituye en un modelo. Los alumnos, por su parte, verán en nosotros varios modelos, aunque no siempre los querrán imitar.

Pero ¿se puede enseñar desde un lugar desprovisto de autoridad pedagógica?

Cierro con una cita del catedrático estadounidense Nicholas Negroponte (2018): “El futuro del mundo en general depende completamente de la educación y por educación no me refiero a que la gente aprenda hechos particulares o lecciones, sino del apetito que tienes porque eres capaz de digerir información".

El objetivo no es la tecnología. Que un docente domine una tecnología es apenas un logro provisorio. Pronto esa tecnología se volverá obsoleta. No, aprender una tecnología no puede ser la respuesta.

Quizás se trate de una capacidad más versátil: aprender. En mi humilde opinión, los docentes debemos acercarnos a las tecnologías desde el aprendizaje. Asumir que ningún conocimiento es para siempre. Aprender a digerir información y disfrutarlo. Enseñarles a nuestros alumnos a digerir información. Pero, sobre todo, disfrutarlo, perderle el miedo, mostrar que la tecnología no nos intimida, que no importa cuánto cuesta, lo tomamos como un desafío. Y es que -ante todo- enseñamos con el ejemplo.

Fuente: freepik.es

Para seguir conversando

Me imagino que temas como este no se agotan en un simple artículo. Así que lanzo como siempre una invitación abierta a seguir discutiendo y pensando entre todos. ¿Cómo deberíamos aproximarnos a la tecnología? Por favor, comparta su opinión en el cuadro de comentarios.


¡Nos seguimos leyendo!

Enrique Facundo Ruiz Blanco


Trabajos consultados 

Bertalanffy, L. v. (1968). Teoría General de Sistemas (1 ed.). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Bertalanffy, L. v. (1978). Tendencias en la teoría general de sistemas. Selección y prólogo de J. Klir. Madrid: Alianza Universidad.
Negroponte, N. (2018). Nicholas Negroponte: “El futuro del mundo depende de la educación” - EcoDiario.es. Retrieved April 30, 2019, from https://ecodiario.eleconomista.es/cultura/noticias/8886388/01/18/Nicholas-Negroponte-El-futuro-del-mundo-depende-de-la-educacion.html
McLuhan, M., & Casasús, M. (1975). Teoría de la imagen. Barcelona: Salvat.
Rammert, W. (15 de Enero de 2001). La Tecnología: Sus Formas Y Las Diferencias De Los Medios. Hacia una teoría social pragmática de la tecnificación. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales(80), (electrónica). Obtenido de http://goo.gl/qJ9Tsw
Winner, L. (1978). Autonomous Technology, Technics-out-of-Control as a Theme in Political Thought. London: The MIT Press Cambridge.
Winner, L. (1979). Tecnología Autónoma. Barcelona: Gustavo Gili.

Comentarios

  1. A la tecnología debemos aproximarnos, en primer lugar, y sobre todo para gente mayor de 55, CON VALOR Y CORAJE! Creo que las disposiciones interiores como motivación, voluntad de cambio y certeza de que se puede, son fundamentales. A estas disposiciones interiores hay que sostenerlas con certezas extraídas de la realidad, como que esto ya ha llegado para instalarse y que definitivamente extiende y amplifica las posibilidades didácticas y que son las nuevas competencias que requiere un buen docente. Por último, la asignación de TIEMPO para poder amalgamar el conocimiento tecnológico con lo didáctico.

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  2. ¡55 años no es nada! Pero el espíritu es ese. Coincido plenamente. Gracias por tus aportes!

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  3. Coincido con Mónica ... solo se necesita tiempo, valor y sobre todo ganas. Como toda receta de cocina el ingrediente para que guste dependerá exclusivamente de la originalidad y el amor del docente,

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  4. APREENDER prenderse del aprendizaje supone nuevos caminos que se hacen al andar y desandar hasta conocerlos dominarlos y manejarlos esta es la historia de la evolución del hombre la tecnología es hoy la base de nuestra innegable realidad y ofrece un sin fin de posibilidades en cualquier nivel y etapas de la vida del ser humano.

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