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Evaluar para enseñar

La evaluación es uno de los temas más complejos e interesantes de la Educación. Por evaluación nos referimos a la estrategia y el paradigma desde el cual nos posicionamos para estimar los logros de nuestros estudiantes. Y como el aprendizaje es un proceso continuo, incremental, iterativo, la evaluación es un momento más del proceso de aprendizaje.  

Fuente: Pixabay

Claramente hay otras formas de ver la evaluación. Algunos autores como Tonucci y Skliar denuncian que la educación institucionalizada se proyecta como un proceso industrial. En este enfoque -que todos conocemos- la evaluación es la certificación del producto final: aprendió o no aprendió; pasa o repite el año; es un alumno de 10… cómo si un número representase la calidad del alumno o de sus aprendizajes. Todo un tema, pero para otra publicación.

 

En lo que sigue, recupero algunas de mis estrategias favoritas de todos los tiempos, para que la evaluación sea una parte integral del proceso continuo de aprendizaje. Más específicamente, cómo hacer una devolución o retroalimentación afectuosa, con respeto, que sirva de aliento para seguir aprendiendo. También voy a resaltar que estas estrategias están pensadas para los exámenes o producciones individuales en los que cada estudiante puede volcar sus puntos de vistas, preocupaciones, intereses personales, sueños y soluciones. Principalmente estaremos pensando en trabajo como ensayos o participaciones en Foros.


Abrazar la perspectiva del alumno

Al momento de escribir una producción, las y los alumnos ponen en juego mucho de sí. Saben que están escribiendo para un lector exigente o que sabe mucho, el docente. Esto puede generar ansiedad, angustia, miedo al ridículo. También puede generar otras expectativas más positivas como la de ser valorado, producir algo innovador o simplemente demostrar los propios logros. Hay que tener en mente esta situación de antemano. Muchas veces se hace evidente por las instancias de consulta previas a la entrega. Pero incluso sin ellas, hay que imaginarse a los estudiantes en su esfuerzo por integrar saberes y escribirlos de forma coherente, porque toda esa dedicación merece nuestro más sincero respeto.



Fuente: Pixabay

Y si ya tenemos en mente que vamos a meternos en el universo del estudiante, como quien nos invita a su casa, lo que sigue es prepararse para ver el mundo con nuevos ojos. Cada discurso es propio en su naturaleza. Por eso, es importante prestar atención a lo que dicen los alumnos y cómo lo dicen.

 

Daniel Prieto Castillo (1990) afirma que toda persona tiene conocimientos previos para enfrentar la situación que le toca vivir: “Nadie es totalmente ignorante, hay una sabiduría de la vida cotidiana, producto de acumulación de experiencias, de la confrontación con las condiciones de existencia. Se trata de una sabiduría algunas veces más válida que las propuestas teóricas. Pero ello no es suficiente para enfrentar todo. En este sentido, la gente sabe y no sabe, está preparada para algunas situaciones y carece de la información y experiencias necesarias para enfrentar otras.”

 

Nuestra labor docente es crear nuevos conocimientos y experiencias para que haya nuevos aprendizajes.



Estructura y forma

Una de las técnicas que mejor resultado me ha dado a lo largo de los años es construir mis comentarios de retroalimentación a partir de una simple estructura:

·      Primero lo que valoro (siempre)

·      Comentar sobre los errores (si los hubiere)

·      Resolver con palabras de aliento (siempre)

 

Es una estructura que, en su elegante simpleza, admite variaciones para incluir todo aquello que nos haya gustado. Lo importante es anotar primero todo lo que valoramos como un logro. Una devolución que sólo recupera los errores parece elaborada para desmerecer. Por eso, es de rigor comenzar destacando todos los aspectos positivos que encontramos en el trabajo: “Excelente trabajo, valoro particularmente…”, “qué interesante el planteo acerca de…” o “una síntesis clara y elocuente”. De esta forma, el estudiante tendrá un registro claro de aquello que se consideramos como avances en los aprendizajes.

 

Una vez que dejamos explicitados todos los aspectos valiosos, quizás haya que abordar errores o déficits del aprendizaje. Si son pocos o son aspectos menores, lo mejor es ignorarlos y pasar al cierre. Pero si hace falta mencionarlos aquí hay que moverse con el mayor de los cuidados para no ofender o lastimar. Entonces, un lenguaje claro y amistoso es lo más recomendable: “Quisiera recuperar el punto … ¿consideraste el postulado de …”, “es común creer que… sin embargo, se puede comprobar…” Y así ofrecer otros puntos de vista para que sean integrados por el estudiante. A menos que el error sea muy evidente, es mejor someterlo a discusión porque quizás los equivocados seamos nosotros. Los profesores no somos perfectos. ¡Pum! Me mandé una frase célebre.



Fuente: Pixabay con modificaciones


Una forma sencilla y segura de abordar un posible problema de aprendizaje es haciendo preguntas que permitan repensar lo escrito. Muchas veces, los estudiantes logran fortalecer sus puntos de vista presentando nuevos autores, argumentos o evidencias. Otras veces, simplemente dicen, “ah, entiendo” o “no lo había considerado de esa forma”. El punto es que en ningún momento se sientan heridos, porque eso va a obturar la comunicación.

 

Y para cerrar, siempre una palabra positiva de aliento. El aprendizaje no se termina con la calificación obtenida; sigue, por el resto de la vida. Así que poner en palabras los logros, será una buena forma de empoderar a nuestros estudiantes a seguir en una buena dirección.



Saber solo una parte no es el fin del mundo

Si pensamos a cada estudiante como único e irrepetible, entonces no queda lugar para asumir que tendremos dos aprendizajes iguales; menos aún, dos trabajos iguales.

 

Entiendo que existe cierta ansiedad por parte de los docentes de evaluar “todo lo que está en el programa”, pero ¿es esto necesario? En rigor, ninguno de nosotros logró retener la totalidad de todo lo que aprendió desde que comenzó a estudiar en la primaria. Casi más justo sería decir que cada aprendizaje nos permitió obtener algún grado de desarrollo cognitivo, pero no mucho más que eso.

 

Siempre pienso que, si le pedimos a todos los estudiantes del curso que escriban exactamente sobre todos los temas, entonces no habrá variedad posible. Todos tendrán la única opción de redactar un trabajo como un inventario de saberes ¡qué aburrido!

 

Pero lo que pretendo poner de relieve aquí es que dejar que el estudiante elija un tema central y lo desarrolle, quizás agregando conocimientos propios y producto de una indagación independiente, entonces estaremos celebrando su individualidad. En mi experiencia, este grado de libertad, les permite a los estudiantes concentrarse en aquello que les apasiona o les preocupa y desarrollarlo con mayor profundidad. Asimismo, les evita el tedio de tener que escribir sobre temas que no les interesa o conmueve… sí, esos que se olvidarán a la semana.

 


Espacio de diálogo

Por último, es importante que siempre haya un espacio de diálogo. Esto empieza desde el primer día de clase, con un ambiente de confianza. Para alentar el diálogo se debe evitar todo tipo de crítica que denote menosprecio. Todas las opiniones son importantes y una oportunidad para construir el conocimiento.


Fuente: Pixabay


Ante una consulta, jamás hay que decir “está equivocado” o “lea la bibliografía”. Dejar a un alumno en falta hará que ningún otro quiera correr el riesgo de hablar. Antes bien, es mejor decir algo más prudente como “bueno, ciertos autores sostienen esa postura, pero …”. De esa forma, cada hipótesis o pensamiento es un punto de partida para llegar a otro lugar.

 

Para Gutiérrez Pérez y Prieto Castillo (1999) lo que se necesita es “abrir el camino a nuevas relaciones del estudiante: con los materiales, con el propio contexto, con otros textos, con sus compañeros de aprendizaje, incluido el docente, consigo mismo y con su futuro. Se insiste en la importancia del interlocutor como verdadero agente de la búsqueda y construcción del sentido. Se trata de pasar de una modalidad anclada en la enseñanza y en objetivos preestablecidos a otra caracterizada por el aprendizaje, la participación y la construcción de conocimientos”.

 

Cuando se logra construir en ambiente de intercambio libre de ideas, todo es un coloquio. Todo es una oportunidad para aprender. Los alumnos se relajan, se arriesgan más y encuentran un espacio para proyectar su creatividad.

 

Una de las mayores gratificaciones de mi carrera es que muchos de mis exalumnos (hoy recibidos y destacados, cada uno en su área) me siguen contactando para charlar. A veces de aquello que nos convocó en su momento, como los temas que abordé en alguna materia; a veces de cosas de la vida o simplemente para saludar. Un diálogo que es para siempre.



Para seguir conversando

Cuando usted era alumna o alumno ¿con qué profe le gustaba hablar? Por favor, comparta sus experiencias en el cuadro de comentarios.

 

¡Nos seguimos leyendo!



Trabajos consultados

Gutiérrez Pérez, F. y Prieto Castillo, D. (1999). La mediación pedagógica. Apuntes para una educación a distancia alternativa. Buenos Aires: Ciccus - La Crujía, 1999 (6a ed., 1a ed. 1992).

 

Kang, S. H. K., McDermott, K. B., & Roediger, H. L. (2007). Test format and corrective feedback modify the effect of testing on long-term retention. European Journal of Cognitive Psychology, 19(4–5), 528–558. https://doi.org/10.1080/09541440601056620

 

Prieto Castillo, D. (1990) Diagnóstico de la Comunicación. Quito: Editorial

Quipus.

 

Reynolds, L. (2013). Giving Student Feedback: 20 Tips To Do It Right

https://www.opencolleges.edu.au/informed/features/giving-student-feedback/

 

Singer, S. (2013). Teaching to Learn, Learning to Teach: A Handbook for Secondary School Teachers. Routledge

 


Comentarios

  1. Excelentes aportes para un tema tan difícil, discutido y mal aplicado en tantas ocasiones. Gracias Enrique!

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  2. ¿Es posible pensar que la evaluación, tal como la conocemos, no solo como docentes, sino como estudiantes en una enseñanza presencial, pudiera desaparecer para darle entrada a otra más con una mirada más amplia e integral del estudiante? Que tome en cuenta como logros, el desarrollo y el crecimiento educativo, más que poner el foco sobre qué tan certera fue la respuesta a una de mis preguntas el día y hora convenido para tal fin.
    ¿Podemos intentar que la evaluación no afecte a las y los estudiantes, que no les reste curiosidad e interés por comprender y apropiarse de los contenidos, que muchas veces son desplazados a un segundo plano?
    Pensar que la pandemia podría acelerar los cambios planteados precedentemente, es una idea que aparece de manera persistente en mí, hoy puedo decir que me hace ruido (al menos), que desde que ejerzo la docencia casi la totalidad de las clases de consulta previo a un examen, tiene la misma inquietud:
    - Profe, ¿cómo va a ser el examen?
    Como si fuera una especie de intercambio acordado previamente, uno desarrolla los contenidos, utilizando para ello toda la pericia posible, tratando que nadie quede afuera del aprendizaje, visualiza las mejores combinaciones de grupo para potenciar lo colaborativo, uno da, y después las y los estudiantes deben devolver algo a cambio de lo recibido, que se verá en el examen y se evaluará si fue conveniente, pertinente y correcto como devolución. ¡Un modelo de enseñanza transaccional!
    Una tensión más a las tantas que he visto durante el cursado de esta maestría: entre las y los docentes enseñantes y las y los docentes evaluadores.

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    Respuestas
    1. Claro, tal cual, es una transacción. A veces un "hacer de cuenta que". Las y los estudiantes siempre quieren saber "cómo" va a ser el examen para poder cumplir con esa expectativa del docente que no siempre es explícita. Pero además suele ser una instancia en la que se puede perder mucho, la materia entera en algunos casos. Y sí, hay que un a un modelo que no les reste curiosidad e interés por comprender. En la evaluación el docente no debería ser alguien temible que desata su poder sino un amigo o amiga que te va a decir algo copado sobre un tema interesante.

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    2. Como alumna me ha sido significativamente diferente cuando un docente estaba más interesado en saber qué había entendido yo sobre algo que en que le recitara un texto; hoy como docente lo que más me gusta es poder escuchar los criterios que desarrollan los estudiantes, a los significados que llegan uniendo lo escuchado en clase con sus experiencias y su manera de interpretar esos contenidos teóricos. Es por ello que persigo poder comprender qué pudieron construir como criterio propio.

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    3. Muchas gracias por tus aportes ¡Saludos!

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