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El extraño caso del aprendizaje activo

En un estudio comparativo los alumnos pensaron habían aprendido menos con la técnica en la que sacaron mejores notas. Sí, así como lo lee. La configuración didáctica que les permitió aprender mejor y de manera significativa fue interpretada como menos eficiente. Más aún, la mayoría de los estudiantes prefirieron una técnica más clásica y menos eficiente con la que, en realidad, habían obtenido peores notas.

Fuente: freepik.es

En este artículo les voy a contar porqué este caso me parece maravilloso. Es que resulta muy significativo para entender la resistencia al cambio y la complejidad de la educación en general. 

Siempre insisto con esto: la Educación es un fenómeno complejo. El ser humano es complejo, el tejido social que conforma cada comunidad, sus necesidades, anhelos y miedos. Todo es complejo.  Le cuento desde el principio…

El aprendizaje activo

Se denomina aprendizaje activo a la propuesta didáctica que estimula al estudiante universitario a involucrarse en sus aprendizajes a través de diversas actividades individuales y grupales (Bonwell & Eison, 1991). Si bien puede argumentarse que todo aprendizaje requiere que el estudiante participe activamente, aquí la diferencia está en la estructuración de la clase. 

En el modelo clásico, el docente les habla a los alumnos durante unos 40 minutos sobre el tema que se quiere enseñar. En este período el alumno escucha, toma apuntes e interactúa con preguntas cuando tiene alguna duda o quiere saber más. A esta configuración se la denomina clases magistrales. Si se piensa un poco, los alumnos básicamente escuchan. En sus mentes pueden estar integrando saberes o no. Quizás sólo estén anotando lo que parece relevante hasta que sea el momento de estudiar para el examen. O quizás estén pensando en la primavera ¿quién sabe? Cuando era estudiante pasaba más tiempo en mi mundo interno que en la universidad… y ahora también.

Fuente: pixabay.es

Volviendo a la teoría del aprendizaje activo, sus autores sostienen que los alumnos deben hacer algo más que escuchar; deben leer, escribir, pensar, discutir y resolver problemas. Es indispensable que en el proceso de aprendizaje queden involucradas operaciones cognitivas de orden superior tales como análisis, síntesis y evaluación. En las clases magistrales es difícil que un estudiante haga un análisis profundo sobre un tema mientras escucha al docente avanzar sobre el siguiente asunto. 

Para esto el aprendizaje activo propone un buen truco: que el docente avance brevemente con un saber y luego desafíe a sus alumnos con alguna tarea a resolver, de manera que tenga oportunidad de integrar sentidos (Bonwell & Eison, 1991)
Las clases en modo aprendizaje activo cobran vida a través de diseños instructivos diversos. Por ejemplo:

  • El docente puede hablar unos 6 minutos y luego hacer una pausa de 2 minutos para que los estudiantes consoliden sus notas, tengan tiempo de anotar las ideas que emergieron naturalmente y hagan preguntas para despejar dudas. 
  • En algunas temáticas, el docente puede ilustrar un punto bajo análisis insertando breves demostraciones. Por ejemplo, si en una clase de física se está explicando el concepto de momento angular, entonces podría utilizar unas boleadoras para hacer una demostración. También puede atrapar un alumno en fuga (estoy bromeando, a las autoridades no les gusta) 
  • O bien solicitar que los alumnos redacten una síntesis, que arriesguen una opinión o bien elaboren mapas conceptuales, cuadros comparativos, infografía, etc. El aprendizaje será activo incluso si estas actividades no son evaluadas o supervisadas. 
  • Generar un espacio de interacción en el cual, los estudiantes puedan exponer por grupos una retroalimentación a las clases del docente. Digamos que el docente explica un tema en unos 20 minutos; luego los alumnos pueden escribir una retroalimentación basada en una guía de preguntas. Recordemos que las preguntas son categorías de análisis, es decir, les dan a los alumnos marcos para pensar la temática que están aprendiendo. Asimismo, las conclusiones de cada grupo pueden ser expuestas a toda la clase para generar debates.
Siguiendo los ejemplos ya se puede reconocer un patrón. En vez de tomar una actitud pasiva en la clase, el estudiante debe hacer algo con cada concepto que expone el docente. Quedarse quieto y callado no es una alternativa. 

Fuente: freepik.es

También se tomará nota de la distancia que toma de la clase tradicional (exposición magistral). En el modelo activo el docente “comparte el escenario” con los alumnos -si se me permite la metáfora. 

Me refiero a que no tiene todo el tiempo de la clase para hablar, hablar y hablar. Las exposiciones van a ser breves y la mitad del tiempo de clase (o más) será para que trabajen los alumnos. Por lo tanto, cada exposición debe ser potente. En todo sentido. Debe ser clara, concisa, relevante y elocuente. Ya verá que hay que estar muy bien preparado para adoptar esta didáctica.

Ahora mismo se estará pensando:

- Todo bien ¿pero funciona? ¿alguien lo ha probado?

Y la respuesta es que ¡sí! ¡Y es genial! Aunque no, porque al final no funciona tan bien. Ok, antes de que haga lío déjeme contarle los resultados que ha encontrado algunos estudios científicos.

La palabra de la ciencia

Cuando Charles Bonwell y James Eison presentan su teoría de aprendizaje activo en 1991, lo hacen sobre la base de múltiples estudios que daban cuenta sobre la efectividad del método. Su libro es más que una recomendación, es un corpus de conocimiento robusto que aborda la cuestión multidimensionalmente a la vez que atiende las críticas de sus detractores. También compara (varias veces) la propuesta de aprendizaje activo con el modelo tradicional de clases magistrales. Sobre este punto los autores también se encargan de documentar los problemas que presenta esta práctica que, aunque tradicional, hace mucho se percibe como un modelo a superar (Bonwell & Eison, 1991). Así que en pocas palabras el modelo es genial y funciona muy bien.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Harvard mostró que a algunos alumnos no les gustaba el modelo de aprendizaje activo, incluso cuando les permitía aprender más que con las clases tradicionales (Deslauriersa, McCartya, Millerc, Callaghana, & Kestina, 2019)

Dicho estudio básicamente dividió una clase de física en dos grupos: en el grupo A (de control), los asistentes participaron en una clase magistral típica, mientras que en el grupo B (de experimentación) los alumnos obtuvieron el mismo material de cátedra, pero en una configuración de aprendizaje activo en la que debieron resolver varias actividades. Dos semanas más tarde, los grupos cambiaron lugares y el que había recibido una clase magistral tuvo una con aprendizaje activo y viceversa. Por último, todos los estudiantes completaron una encuesta sobre cómo habían vivenciado cada experiencia.

Fuente: pixabay

Tal como cabía esperar, las calificaciones fueron más altas para aquellos saberes aprendidos bajo el modelo activo. Concretamente, los alumnos del grupo B tuvieron mejores notas en la evaluación del primer tema y los alumnos del grupo A tuvieron mejores notas para el segundo tema. 

Lo llamativo fue el resultado de la encuesta. A pesar de haber aprendido más con el enfoque de aprendizaje activo, la mayoría de los participantes...
  • prefirió la clase magistral, 
  • sintió que había aprendido más con la clase magistral,
  • que el docente era más efectivo en la clase magistral y 
  • se manifestó a favor de que todas las clases fueran magistrales.

Igualmente hay que saber interpretar estos resultados. Tampoco es que todos estuvieran en contra del aprendizaje activo, pero es notorio que la mayoría se volcara por el método con el que habían aprendido menos. La figura 1 muestra las proporciones de preferencias en los resultados comparativos.

Figura 1: comparativa entre aprendizaje activo y clásico

Fuente: Timmer (2019)

Interpretando los resultados

Lo primero que se observa es que el aprendizaje activo conlleva un esfuerzo intrínseco mucho mayor para el alumno. Vamos a ver, si sacamos cuentas, para aprender de manera significativa cualquier tema hay que esforzase. Eso no cambia. Lo que parece predisponer mal a algunos alumnos, es el hecho de tener que hacer este esfuerzo en clases. Algunos se sintieron presionados o sintieron que dicho esfuerzo podía hacerse en un mejor momento.
También está el hecho de que el modelo activo es un enfoque disruptivo. Como reza el dicho… “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Las clases magistrales no generan ansiedad porque el alumno ya sabe qué esperar del docente y qué debe hacer. 

Más complejo es el hecho de los alumnos percibieran a los docentes cómo más eficaces si daban una clase magistral. Se ha sugerido aquí que un buen docente puede presentar cualquier material de manera coherente y fácil de entender; sin embargo, si el alumno no es desafiado a resolver un problema con el nuevo conocimiento, es probable que sobreestime su propio entendimiento del saber recién aprendido. Entonces lo que se percibe como un mal docente, es que el facultativo ponga en evidencia la falta de comprensión.

Un final feliz

Antes de terminar quiero subrayar que el enfoque de aprendizaje activo es utilizado en todo el mundo y con mucho éxito. Resulta que, cuando los estudiantes se familiarizan con la mecánica de trabajo lo disfrutan mucho. En el caso presentado, los alumnos recibieron dos clases activas por primera vez, algo muy importante al momento de leer los resultados. 

Así que no es para tener miedo. Si quiere hacer mejoras en sus clases no se quede con las ganas. Puede pasar que al principio haya cierta resistencia, pero toda mejora será bienvenida. Eventualmente.

Para seguir conversando

Mi pregunta para usted es: ¿qué mejora introdujo usted en su clase que no les gustó a sus alumnos? Por favor, comparta su experiencia en el cuadro de comentarios.

¡Nos seguimos leyendo!

Enrique Facundo Ruiz Blanco





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