Todos tenemos alguna estrategia para estudiar. Recuerdo que en mis épocas de estudiante universitario todos teníamos algún truco para preparar los exámenes. Por ejemplo: tomar una Bayaspirina con Coca Cola, sentarse y estudiar de corrido durante horas sin parar (para no desconcentrarse), estudiar hasta la hora de la telenovela y hacer una pausa (para volver a empezar más fresco) o estudiar a la noche que está más tranquilo. La más popular de todas era estudiar justo antes del examen, en estado de pánico, con sobredosis de adrenalina, dudas existenciales y un mate al lado. Más que una técnica de estudio era una forma de supervivencia por haber procrastinado durante dos semanas. Y bueno, somos humanos.
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Más tarde descubriría (y con gran asombro) que ninguna de estas técnicas está científicamente avalada. Más aún, los psicopedagogos jamás recomendarían esas técnicas. No, ni siquiera a sus enemigos.
Así las cosas, en este artículo voy a repasar las estrategias de aprendizaje que sí obtienen buenos resultados. Eso sí, como el tema es muy amplio, me concentraré en técnicas para memorizar. Porque, se quiera o no, la memoria sigue siendo un componente importante del proceso de aprendizaje.
Efecto de memoria espaciada
En 1885, Hermann Ebbinghaus publicó sus hallazgos sobre el efecto que tenía la repetición de un estímulo en la memoria conforme pasaba el tiempo. El trabajo señalaba que se recuerda mejor aquello que se ha estudiado de manera distribuida en el tiempo que aquello que se intentó aprender de manera intensiva de una sola vez. A este fenómeno se lo llamó efecto de memoria espaciada.
Comencemos con lo básico ¿estudiar la noche anterior o con tiempo? A un grupo de estudiantes se le pidió que leyera seis veces seguidas el mismo apunte y otro grupo se le pidió que lo leyera tres veces seguidas en una primera instancia, y tres veces más dos semanas después. El primer y el segundo grupo tuvieron rendimientos similares cuando fueron evaluados justo después de la primera lectura; sin embargo, el grupo que pudo volver a leer los apuntes fue el que tuvo mejor rendimiento mnemotécnico a largo plazo. Asimismo, la capacidad de comprensión fue mayor en el grupo que pudo repasar, dado que el refuerzo de lectura permitió consolidar hipótesis que los estudiantes formaron en la primera lectura, algo que el primer grupo no pudo hacer (Gordon, 1925).
Desde entonces muchos investigadores han trabajado sobre este efecto lo que ha permitido entender mejor sus causas e implicancias. Por ejemplo, durante algún tiempo se pensó que la motivación era un factor que contribuía a memorizar como, por ejemplo, aprobar un examen o recibir una recompensa si se aprobaba una materia. Sin embargo, estudios posteriores sugieren que no existen factores motivacionales que contribuyan a la memorización (Nilsson, 1987). Otros autores, por su parte han investigado factores concomitantes como la relación entre tipo de estímulo y espaciamiento: clases magistrales, imágenes, textos, videos, etc.
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Aparte de recomendar a nuestros alumnos técnicas más efectivas de estudio, este efecto nos da herramientas para el aula:
- Recapitular: algo que muchos profesores hacemos por tradición tiene su base en esta teoría. Al recuperar los temas vistos en clases anteriores, les ayudamos a nuestros alumnos a memorizar.
- Trabajos de síntesis: solicitar un trabajo de síntesis lleva a los estudiantes a volver sobre lo visto y esforzarse por destilar los saberes centrales de cada tema.
- Aula invertida: cuando los alumnos pueden conocer el material antes de ser discutido en clases, en encuentro permite consolidar los saberes a la vez que los cristaliza en la memoria.
La evaluación como entrenamiento
Otra técnica valiosa para entrenar la memoria es poner a prueba la recuperación de los saberes. La forma más práctica para el estudiante es imaginarse las preguntas que pueden hacerle los profesores y ensayar una respuesta. Cuando se estudia de a pares o en grupos, un compañero puede evaluar a otro. Durante la ronda de preguntas o al terminar, se corroborará que las respuestas propuestas sean correctas. Se ha documentado que en esta práctica la retroalimentación, es decir, la confirmación de una respuesta correcta o la detección de un equívoco, permiten solidificar en la memoria los recuerdos correctos. A este fenómeno se lo conoce como Efecto de evaluación (Kang, 2007).
Sobre esta técnica se sabe que intervienen varios factores en el entrenamiento la memoria: la necesidad de recuperar o evocar un saber permite reforzar su persistencia en la memoria (hipótesis de esfuerzo de recuperación); el proceso de elaborar una respuesta con sentido supone indagar en lo aprendido en un esfuerzo de acomodación (hipótesis de elaboración); o hacer un inventario mental de lo que se ha revisado como un intento de anticipar lo que puede ser evaluado (Toppino & Gerbier, 2014)
Aquí también tenemos un dispositivo didáctico para aprovechar. He aquí las estrategias que más me gustan:
- Pedirle a cada alumno que invente una pregunta para un examen imaginario ¿para qué tema? ¡el que quiera!
- La autoevaluación: darle uno o más exámenes de ejemplo con las respuestas correctas al final. La idea es que se evalúen a sí mismos, puedan identificar la robustez de sus conocimientos y, eventualmente, preguntar las dudas.
- La evaluación de pares: pedirles que elaboren un tema y se lo entreguen a un compañero (preferentemente amigo) para que lo evalúe. El truco es que en el doble rol de evaluado / evaluador se ven en la necesidad de revisar y reforzas sus saberes.
Y esto me lleva a…
Si quieres aprender algo, enséñalo
Este es un dicho popular en el ámbito de la docencia. Todos lo saben. Lo interesante es ver cómo funciona y por qué. Comencemos diciendo que enseñar o dar clases supone comunicar una idea a alguien más con el objetivo de que pueda construir sus propios saberes. Esto es ir más allá de un comentario. Implica fragmentar los saberes en una secuencia que vaya desde lo que se sabe a lo que se quiere aprender, darle una estructura lógica y llenarlo de sentido -que no es poca cosa.
Incluso sin tener formación docente, para llegar a este objetivo, se ponen en juego varias estrategias. Veamos entonces las que suelen aparecer de manera más o menos intuitiva:
- Elaboración temática: desarrollar una explicación de porqué un hecho conocido es verdadero. Esto lleva a conectar un tema con otro, generar hipótesis y su demostración, etc.
- Explicación: dar cuenta de cómo un nuevo saber está relacionado con algo conocido; enumerar los pasos de un proceso genérico en un caso en particular o -a la inversa- mostrar cómo se puede generalizar una determinada práctica.
- Resumir: sintetizar los aspectos claves de un tema.
- Resaltar: separar los elementos sobresalientes de una temática en particular, poniendo de relieve su importancia dentro del contexto.
- Ilustrar: ya sea con imágenes o con ejemplos, es una forma de crear imágenes mentales de un saber.
- Argumentar: tomar una postura y justificarla trayendo a colación autores, teorías, ejemplos o técnicas.
En este caso, la propuesta es que el estudiante utilice este método mnemotécnico para enseñarle a un profesor/a imaginario, a un compañero o a la mascota de la casa. Que en el caso de los perros supone ir a pasear al terminar la lección; lo que, a su vez, es la parte más divertida de estudiar.
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Pero claro, también es una herramienta docente y ya se imaginará como utilizarla en el aula. Así que, en vez de una recomendación le cuento una anécdota: En cierta ocasión se había anotado para rendir una mesa de examen un estudiante muy querido. Era un caso particular (bah, todos lo son). El caso es que, por problemas personales, este alumno había demorado mucho la carrera y sólo le quedaba mi materia para recibirse. Como se había presentado a las horas de consulta, yo sabía que estaba bien preparado y que aprobaría con facilidad. Pero no. A poco de iniciar su exposición lo traicionaron los nervios y comenzó a decir todo al revés, se enredaba solo y por poco le da un infarto.
La cuestión es que no había forma de aprobarlo así que detuve el examen y le dije: “estás muy nervioso así que vamos a poner este examen en pausa. Por favor, andá al aula de al lado, pensá en un tema que te guste y preparalo para dar una clase. Cuando vuelvas vos vas a ser el profesor.”
Nosotros aprovechamos el tiempo para tomar otro examen y cuando terminamos, estaba el alumno parado en la puerta esperándonos. Le pregunté si estaba listo y me dijo que sí, por lo que le alcancé una fibra y lo hice pasar al pizarrón. Como él era el profesor, nos los miembros del tribunal nos sentamos en los bancos porque seríamos los alumnos. Y ahí, en el momento menos pensado, disfrutamos de una clase magistral. Una excelente, una llena de sentido. No sólo expuso con claridad, sino que aportó una mirada fresca en la que recuperó el fruto de su propia experiencia. Y por supuesto aprobó con diez.
Poco después se recibió y de inmediato comenzó a ejercer como docente. Así que ahora somos colegas.
¿El final de esta historia? Le copié la clase porque estaba muy buena. Pero esto queda entre usted y yo, que no salga de Sudamérica.
La técnica menos investigada
Aparte de todo lo anterior, hay un fenómeno ampliamente conocido que todavía no ha sido probado científicamente y, sin embargo, es totalmente real. Si mientras está estudiando se manchan los apuntes con mate, aprobará el examen. Ojo: tiene que ser por accidente; caso contrario se anula el efecto. Pero es absolutamente cierto. Doy fe.
Para seguir conversando
Aparte de las técnicas revisadas en este artículo… ¿qué otras técnicas le han servido a usted, ya sea como estudiante o como profesor? Por favor comparta sus experiencias en el cuadro de comentarios.
¡Nos seguimos leyendo!
Enrique Facundo Ruiz Blanco
Trabajos consultados
Cepeda, N. J., Pashler, H., Vul, E., Wixted, J. T., & Rohrer, D. (2006). Distributed practice in verbal recall tasks: A review and quantitative synthesis. Psychological Bulletin, 132(3), 354–380. https://doi.org/10.1037/0033-2909.132.3.354
Gordon, K. (1925). Class results with spaced and unspaced memorizing. Journal of Experimental Psychology, 8(5), 337–343. https://doi.org/10.1037/h0064623
Kang, S. H. K. (2016). Spaced Repetition Promotes Efficient and Effective Learning: Policy Implications for Instruction. Policy Insights from the Behavioral and Brain Sciences, 3(1), 12–19. https://doi.org/10.1177/2372732215624708
Nilsson, L.-G. (1987). Motivated memory: Dissociation between performance data and subjective reports. Psychological Research, 49(2), 183–188. https://doi.org/10.1007/BF00308685
Kang, S. H. K., McDermott, K. B., & Roediger, H. L. (2007). Test format and corrective feedback modify the effect of testing on long-term retention. European Journal of Cognitive Psychology, 19(4–5), 528–558. https://doi.org/10.1080/09541440601056620
Roediger, H. L., & Karpicke, J. D. (2006). Test-Enhanced Learning: Taking Memory Tests Improves Long-Term Retention. Psychological Science, 17(3), 249–255. https://doi.org/10.1111/j.1467-9280.2006.01693.x
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Singer, S. (2013). Teaching to Learn, Learning to Teach: A Handbook for Secondary School Teachers. Routledge
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