Cierto examen indagaba las causas de la
reforma luterana cuando un alumno escribió:
“Se produjo porque Lutero no quiso
sacarse una foto con el Papa”
La inesperada respuesta surgió de una
mala interpretación del texto de estudio que recitaba “… Martín Lutero no quiso
retractarse ante el Papa…”.
Debo decir que cuando me contaron esta
historia me resultó muy divertida. Con el tiempo, mientras más la pensaba más
me intrigaba. Por ejemplo ¿por qué algunos estudiantes articulan respuestas sin
sentido? ¿Es acaso un intento desesperado de superar la instancia de
evaluación? Y cuando tienen sentido ¿tienen sentido para el alumno o sólo para
el docente? Toda la historia remite a varios fenómenos educativos: la narrativa
en los textos académicos, la significatividad del material de estudio, la
formación previa de los estudiantes, sus intereses, sus hábitos de estudio, las
consignas, los instrumentos de evaluación… ¡y la lista sigue! Pero, a los
efectos de este artículo me concentraré en un solo tema que me resulta muy
interesante: el significado. Entonces
mi pregunta es ¿qué significados construye
el material de cátedra en la mente del estudiante? Ya sea una historia, una
palabra, una imagen o una ecuación… ¿significa lo que el docente quería?
En la práctica docente, cuando enseñamos
un tema en una clase magistral (exposición oral frente a los alumnos) o escribimos
un texto como material de cátedra, damos por sentado que aquello que decimos
será asimilado sin cambios por los estudiantes. En nuestra imaginación, es como
si pudiéramos descargar la información de nuestra mente a la de los
estudiantes. Y cuando esto no se da, porque toda construcción de conocimientos
es una reconstrucción personal,
entonces sospechamos que el problema estuvo en el alumno. Mis colegas aventuran
conjeturas de todo tipo: los chicos no
estudian, no saben interpretar un
texto, están todo el día con el
celular o no tienen cultura general
-por mencionar los más comunes.
Es tiempo de revisar cómo se construyen
los significados cuando se prepara una clase y cómo se reconstruyen cuando se
estudia. Dos momentos distintos y bien diferenciados. Aquí, nuestro punto de
partida será la ciencia que estudia los significados: la semiótica.
Semiótica y semiología
Semiótica y semiología son casi
sinónimos, pero la riqueza de cada corriente yace en sus pequeñas diferencias.
La palabra semiótica proviene del griego σημεῖον (semeion = signo) y de allí semeiotiké
('tratado de los signos'). Es la ciencia que deriva del estudio filosófico de
los signos y significados. Por su parte semiología viene de semeion y λογος
(logos = discurso, estudio, tratado). Esta corriente estudia el desarrollo de
los signos dentro del contexto cultural, por lo que epistemológicamente está
conectada con la psicología y la sociología (Eco, 1986)
Cada corriente agrupa un conjunto de
teorías y autores representativos. A la semiótica se la conoce como corriente norteamericana, fue concebida
por Charles Sanders Peirce y sus principales referentes son Richards, Morris,
Ogden, Fisch, Sebeok. La semiología, o corriente europea, surge de los aportes
de Ferdinand de Saussure y fue desarrollada por Kristea, Baudrillard, Foucault,
Derrida, Lévi-Strauss y Barthes, entre otros. Más tarde autores como Roman
Jakobson y Umberto Eco tomarían elementos de ambas corrientes a los que sumarían
elementos propios.
Veamos ahora cuáles son las bases de
estas corrientes. En la corriente europea, la teoría de Saussure (2005) define el signo
lingüístico como una díada formada por un significante
y un significado. El significante es
un estímulo que puede generar una respuesta cognitiva que, en este caso, es el
significado. Por ejemplo, la palabra española “hoy” es un significante; si un
hispanoparlante la escucha pensará en el momento presente, en el día que
transcurre, en el momento que está viviendo. Pero la palabra no es el día en sí
mismo sino un estímulo que provoca un concepto mental previamente aprendido.
Ahora bien, la palabra “hoy” cuya
pronunciación es ['o i] suena muy similar a la palabra portuguesa “oi, entonces…
¿qué pasaría si la escuchara un brasileño? Probablemente pensaría en un saludo,
un encuentro entre dos personas, el inicio de una conversación. Es decir, la
misma combinación de sonidos (significante) puede disparar distintos conceptos
(significado) según el contexto de la persona que la escucha. Por lo tanto, el
significante es una arbitrariedad cultural nacida de la historia y válida
dentro de su propio contexto.
A partir de lo expuesto podríamos
comenzar a pensar en nuestros recursos de cátedra desde la mirada de Saussure. Al
escribir utilizaremos palabras, imágenes, diagramas y demás recursos como significantes
destinados a evocar un concepto para aprender. Pero, los significantes no
encontrarán un significado ya conocido. Lo que sucede es que los significantes
deben alentar la construcción del
nuevo significado (nuevo para el alumno, se entiende).
Este es el truco más interesante de la
labor docente. Una conversación entre expertos puede darse en términos técnicos.
Una receta de cocina puede escribirse en media carilla. Una fórmula química
cabrá en una sola línea. Pero nada de esto se dará en una clase. Los significados
no están en la mente de nuestros estudiantes, esperando a que se los recordemos.
Dar clases supone construir un concepto nuevo con significantes que disparen significados
conocidos. De eso se trata el concepto de Zona de Desarrollo Próximo, de ir
desde lo que el alumno conoce hacia lo que debe aprender (Vygotski, 1996) . Es ir de los significados
conocidos hacia los significados por construir.
Si ya tenemos en claro el concepto de
signo de Saussure, veamos otro enfoque proveniente de la corriente norteamericana.
Esta mirada no debe verse como una oposición a la primera sino como un
complemento. Para Peirce (1980) el signo es una relación triádica. El signo, llamado representamen, mantiene una relación
entre un objeto y un interpretante. El objeto es aquello que
se quiere representar con el signo/representamen. Cuando el objeto es
representado por el signo se denomina objeto inmediato. Y cuando es una producción
del signo, se designa como objeto dinámico. Pero se complica un poco más. Por
empezar, interpretante no es quien interpreta el signo; para Peirce es el efecto del significado. Aquí se
distinguen tres tipos: interpretante inmediato (la primera aproximación, una
abstracción, una posibilidad), interpretante dinámico (segunda aproximación, real
y concreto, se parece al significado de Sassure), interpretante final (es
aquello a lo cual tiende el signo). Por lo tanto, el signo es una relación dinámica
entre lo que se dice y lo que se interpreta.
La
Trahison des images de René Magritte.
Fuente: Wikipedia
La teoría e Peirce es mucho más rica y
compleja, tal que este pequeño bosquejo no le hace justicia. Sin embargo, ya
tenemos algo interesante para pensar. Para Peirce, la relación entre representamen,
objeto e interpretante es una dinámica subjetiva. Al igual que Suassure, Peirce
entiende que el signo no puede ser una idea idéntica en dos mentes distintas.
Es siempre un resultado en constante evolución. Más aún, el enfoque de Peirce
lleva implícito el concepto de aprendizaje.
Y lo más interesante de todo es que un
interpretante, es a su vez un signo-representamen. En efecto, el interpretante
es un eslabón más en el proceso de semiosis. Esto también lo vemos en clases:
cuando abordamos de un concepto, este evoca otro concepto con el que guarda
alguna relación semiótica, que a su vez se asocia con otro desde algún punto de
contacto semántico, y así numerosas veces.
¿Y ahora que sabemos todo esto… cómo lo
usamos? He aquí un par de ideas:
El material de cátedra y la construcción de sentidos
Dar clases es co-construir sentidos. Se
trata de compartir saberes con nuestros estudiantes y alentarlos a re-construir
estos saberes. Es más que una transferencia de significados. Lo verdaderamente
mágico de dar clases es que cada alumno construya su propia versión de lo que
estamos enseñando. Cada nuevo aprendizaje enriquecido con lo que el alumno ya
trae en su acervo cultural. Y que la suma de todos los saberes sean más que
todo lo que dijimos. Pero también vamos a utilizar los conceptos de semiótica
para no cometer algunos errores comunes que pueden evocar conceptos indeseados.
He aquí algunas recomendaciones a la hora
de elaborar material de cátedra:
· Palabras nuevas: siempre hay palabras que nuestros estudiantes desconocen,
son las que queremos que aprendan; suelen ser términos técnicos, palabras
infrecuentes dentro del vocabulario general, el nombre de un concepto. Hay que
estar atentos a estas palabras. Puede que una parte de la clase las conozca y
otra no. En todo caso, nunca está de más explicarlas en beneficio de la
claridad. Y si acaso entorpece la lectura, siempre se puede colocar un enlace a
Wikipedia. Lo importante es no dar por sentado que todas las palabras que
usamos están en el vocabulario del estudiante.
· Redes conceptuales: cuando nos dirigimos a un público diverso,
puede que sea difícil mantener un discurso homogéneo. Para ello la Web nos
ofrece un excelente recurso: los enlaces o hipervínculos. Se pueden utilizar en
plataformas educativas como Moodle, en PDF, en Word, en PowerPoint, etc. Siempre
puede convertir una palabra o término nuevo en un enlace a fin de que el
estudiante construya sus propios recorridos semánticos de acuerdo con su
curiosidad y necesidades.
· Imágenes decorativas: a veces no queremos que nuestros apuntes se
vean grises y despojados, por lo que colocamos alguna imagen vistosa. Quizás
haya que pensarlo dos veces porque la imagen puede que no signifique lo mismo para
nosotros que para nuestros alumnos. Una paloma puede ser un símbolo de paz, un
sueño de libertad o una plaga urbana. Esto se debe a que ciertas imágenes
tienen interpretaciones subjetivas (connotación) que no podemos controlar. Si
el alumno encuentra una imagen junto a un texto de estudio, naturalmente intentará
asignarle un sentido, aún cuando quizás no tenga ninguno. Dado que estas imágenes
no sirven a un propósito educativo, sino estético, lo mejor será optar por guardas,
ornamentos o diseños lo suficientemente abstractos como para que no parezcan
parte del objeto de enseñanza.
· Imágenes ilustrativas: digamos que queremos ilustrar un concepto determinado
con la imagen de una manzana y la buscamos en Google. Los resultados mostrarán
muchas manzanas, algunas solas, otras amontonadas en una canasta, apetitosas,
podridas, en un árbol frondoso, la Gran Manzana, Apple, en un cuadro de naturaleza
muerta, una manzana comida por Eva, un ícono de manzana. Estos signos no son
intercambiables. Si no podemos encontrar una imagen que represente inequívocamente
nuestro concepto, quizás podamos usar una imagen para aproximar la idea y un
texto para delimitar como, por ejemplo: “en la imagen se observan manzanas verdes
tipo Granny Smith”. Finalmente, si no contamos con una buena imagen, quizás sea
mejor no colocar nada; tampoco queremos confundir al alumno.
Si se entiende la idea, lo invito a
seguir pensando en la construcción de significados y el desarrollo de
materiales educativos ¡Las posibilidades son infinitas!
Para seguir conversando
Espero que estas líneas le hayan llamado
la atención. Ahora, mi pregunta para usted es ¿recuerda alguna anécdota -como
alumno o como profesor- de extrañas o malas interpretaciones? ¿Recuerda alguna
clase en la que le costó comprender un nuevo concepto? ¿O algún ejemplo que le
permitió comprender un concepto complejo? Por favor comparta sus experiencias
en el cuadro de comentarios.
¡Nos
seguimos leyendo!
Trabajos citados
Eco, U. (1986). La estructura
ausente. Introducción a la semiótica (3ª ed.). Barcelona. España: Lumen.
Saussure, F. D. (2005). Curso
de Lingüística General. Buenos Aires: Losada.
Vygotski, L. S. (1996). Obras
escogidas. Moscú: Editorial Pedagógica.
Peirce, C. S. (1980). Collected
Papers. Cambridge, Massachussets: Harvard University Press.
Hace un tiempo, al explicar la labor de los faraútes o lenguas (intérpretes) en la conquista española en México, se me ocurrió darles una anécdota sobre la Malinche, una faraúte de origen maya que termina siendo amante de Hernán Cortez. Pasó un tiempo, y en el momento del parcial, grande fue mi sorpresa al comprobar que varias de las alumnas habían generalizado la anécdota y colocaban que TODAS las intérpretes de la conquista eran amantes de los conquistadores.
ResponderEliminarGracias por compartir esta anécdota. Qué interesante cómo se construyen los significados, es algo que no deja de fascinarme. Saludos!
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