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Cómo pensamos la educación


Ésta es la situación: una reunión de amigos, todos compartiendo un buen momento y contando lindas historias. En un momento dado alguien saca como tema de conversación un problema de educación, de esos que están en agenda. Bien, si entre los presentes llega a haber uno o más docentes, el resto de la noche será monopolizada por toda clase de opiniones concebibles sobre educación. Lo que sigue serán acaloradas oposiciones teóricas, conjeturas aventuradas, posicionamientos ideológicos, políticos, sociales, existencialistas, imperativos categóricos, críticas nietzscheanas, citas de Foucault y -claro está- soluciones universales que suenan sospechosamente simples.
Y no es que estas charlas de café cambien el mundo. Estas discusiones apasionadas surgen de la necesidad apremiante de poner en palabras lo que la Educación nos provoca. Porque la educación, como fenómeno social y cultural, nos conecta a todos, pero nos afecta de distintas formas.

Entonces, cabe preguntarse ¿de dónde vienen las ideas que tenemos sobre educación? ¿por qué habiendo excelentes teorías pedagógicas seguimos debatiendo y buscando nuevas ideas? ¿y por qué nos aferramos tanto a ciertos postulados mientras que nos negamos a aceptar otros? En este ensayo, trataré de abordar algunas respuestas. Claro que todo queda abierto al debate, así que tranquilo, todavía quedarán temas de conversación para la próxima reunión de amigos.
La educación en el Perú de Teodoro Núñez Ureta.
Fuente: http://www.teodoronunezureta.com/

Las miradas del conocimiento

Lo que sabemos viene dado por aquello que estudiamos y vivimos. Por lo tanto, hay ciertas áreas del conocimiento con las que estamos familiarizados y otras que nos resultan desconocidas. Por ejemplo, disciplinas como la espeleología, la farmacocinética o la sigilografía, interesantes como son, difícilmente sean de dominio general. Asimismo, epistemes como Derecho, Arquitectura, Economía o Medicina, que sí son de dominio general, no son necesariamente campos del saber que sepamos todos en profundidad. Ya sea un pasatiempo, el trabajo o nuestra vocación, podríamos decir que el único campo del saber que manejamos con solvencia es aquel que amamos.
Sin embargo, todo cambia con la Educación: de educación todos sabemos algo ¡Y qué bueno que así sea!


Por empezar, todos fuimos estudiantes. Como mínimo todos hemos ocupado el rol de alumno y eso nos ha marcado desde nuestra niñez. En nuestra memoria se acumulan historias: maestras amadas, profesores injustos, compañeros de estudios, amigos de la secundaria, días de frío en bancos duros, el recreo, la merienda, exámenes obtusos y anécdotas imperdonables de esas que contaremos durante el resto de nuestras vidas.
Luego están los docentes, personal no docente, directivos y demás actores que hacemos la educación. Si se trata de un profesional que completó una carrera de pregrado, conocerá con holgura las técnicas didácticas y tendrá ciertos marcos teóricos de referencia. Si su título fue de grado, entonces manejará en amplitud varias teorías educativas y sus corolarios en la práctica docente. Recién cuando se llega a las carreras de posgrado se tiene un conocimiento profundo de las teorías de la educación, el método científico, el valor relativo del conocimiento científico y su grado de aplicación en el aula (Sampieri & Mendoza Torres, 2018)
Finalmente, quienes no eligieron la educación como profesión, siempre seguirán con interés su devenir. Escuchan lo que les cuentan sus hijos, lo que se publica en la prensa y lo que sale en televisión. A veces suscriben a las posturas de los políticos de turno, a veces se sienten cautivados con las tecnologías de la educación, a veces sueñan con ser docentes para ser protagonistas en la formación de otros y a veces piensan que un docente es un profesional fracasado. Y sí, las miradas hacia la educación son muchas y variadas.

Por eso, si en una reunión alguien hablara de piscicultura (por poner un ejemplo) la mayoría preguntarían para conocer y sólo algunos pocos opinarían. Sin embargo, cuando el tema es la Educación ¡todos saben y todos opinan! Y lo mejor es que cada uno mira desde un lugar diferente.

La ciencia detrás de la educación

Ahora bien, si todos los docentes se formaron en las teorías educativas, cabría esperar que, al menos ellos estuvieran de acuerdo; sin embargo, esto tampoco sucede. Por una parte, porque no hay uno sino varios paradigmas vigentes en educación; y porque, además, las posturas personales y profesionales de cada docente resultan de un entramado complejo de experiencias, expectativas e ideales.
En el campo científico las teorías no están todas en el mismo plano, sino que se entrelazan en redes jerárquicas. A la base de toda teoría se encuentran los paradigmas educativos, que sirven de marco conceptual para las teorías educativas. A su vez, las teorías afines se agrupan para formar corrientes o escuelas de pensamiento que pueden entenderse como tendencias. Finalmente, de cada conjunto de teorías, derivan procedimientos, métodos, configuraciones y recomendaciones para la práctica educativa. La siguiente ilustración muestra la relación entre conceptos:
Fuente: elaboración propia

Un paradigma es el conjunto de saberes y prácticas que definen una disciplina científica en un determinado momento de la historia (Kuhn, 1971). Es una forma de analizar y entender la realidad. Es también una serie de acuerdos y asunciones que, en algunos casos, llegan a tener carácter axiomático. A lo largo de la historia, la educación se posicionó en uno o varios paradigmas.
  • Innatismo: es la doctrina que sostiene que el conocimiento es innato al individuo. La educación no le da a la persona conocimientos, sino que le permite descubrirlos en sí misma. La versión original de este paradigma sustentaba la educación de hace más de 2000 años en la Grecia clásica. Con el tiempo se fue dejando de lado en favor de otros paradigmas como los que se listan a continuación. Su versión más actual es el Nativismo y tiene aportes de Noam Chomsky and Jerry Fodor entre otros. El postulado del Nativismo es que el cerebro del recién nacido tiene capacidades, creencias (ya no conocimientos), preferencias y estructuras cognitivas orientadas al aprendizaje. 
  • Constructivismo: supone que el conocimiento se construye a partir de los saberes y desafíos intelectuales a los que se enfrenta. De esta forma, un concepto no es algo que simplemente se asimila, como si pasara del discurso del docente directo al cerebro del alumno. El saber que el docente comparte con el estudiante es construido (o reconstruido) individualmente en la mente de cada estudiante. Es uno de los paradigmas dominantes, pero también uno de los más complejos. Tiene muchas variantes siendo las más conocidas el enfoque psicogenético de Piaget y el constructivismo sociocultural (socioconstructivismo) de Vygotsky. 
  • Cognitivismo: considera que el conocimiento resulta del proceso activo del estudiante por codificar y adecuar los saberes nuevos a los saberes previos; más aún, el acto mismo de aprender tiene como efecto el desarrollo de las estructuras cognitivas. Asume que las funciones mentales pueden ser entendidas y estudiadas. Desde este paradigma se elaboran modelos de las estructuras mentales que procesan la información y sus mecanismos. El cerebro es visto metafóricamente como una computadora, por lo que sus teorías se conectan con las ciencias informáticas para la elaboración de modelos computacionales de procesamiento de la información.
  • Conductivismo: basado en los aportes teóricos de J. B. Watson y B. F. Skinner, sostiene que el aprendizaje es la respuesta del individuo a ciertos estímulos del ambiente. Ha sido ampliamente cuestionado por su metodología de estudio que rechaza la introspección y deduce el aprendizaje a partir de cambios observables en el comportamiento. En este paradigma, lo único objetivo es el comportamiento observable. En este sentido, los procesos cognitivos de aprendizaje se encuentran dentro de una “caja negra” por lo que no pueden ser objeto de estudio. En cambio, se concentra en los procesos de enseñanza y su función eficiente. Aunque cuenta con una gran cantidad de detractores, sus aportes en materia de diseño instructivo son por cierto muy valiosos. Desde el neoconductivismo y enfoques como el TPACK. 
  • Humanismo: el estudiante es visto como una persona con necesidades cognitivas y afectivas. Pone el énfasis en la libertad, dignidad y potencial del ser humano. El aprendizaje está centrado en el alumno, pero en un contexto de pares que participan colaborativamente para aprender. Por lo tanto, el docente no es un transmisor de conocimientos sino un facilitador que debe promover el crecimiento de sus alumnos.
Como podrá ver, hay muchos paradigmas para pensar la educación. Cada uno alberga una concepción acerca de qué es el conocimiento, cómo se llega a él, una forma de concebir al estudiante, una forma de pensar el rol docente y una forma de dirigir el desarrollo de las teorías. Por si fuera poco, cada uno tiene implícita una ética de la educación. Cada uno de nosotros está posicionado dentro de uno de estos paradigmas. Y quizás en más de uno.

Dentro de estos marcos teóricos se encuentran las teorías que explican los fenómenos educativos. Algunas teorías explican las formas de aprender como, por ejemplo, la teoría del Desarrollo Cognitivo de Piaget, la teoría de la Zona de Desarrollo Próximo de Vygotsky o la teoría del Aprendizaje Significativo de Ausubel. Otras se enfocan en cómo debe ser la enseñanza, como por ejemplo la teoría del Andamiaje de Bruner, la teoría de la Motivación de Logro de Atkinson o la teoría jerárquica de la Instrucción de Cagné.

La importancia de discutir

En lo que respecta a la Educación, todos tomamos partido. De acuerdo con nuestras creencias, la influencia del entorno social, nuestras necesidades y expectativas, todos adoptamos un paradigma desde el cual pensar. Incluso si no lo hacemos sistemáticamente.
Volviendo a las charlas entre amigos, las opiniones rara vez coinciden. Esto tiene mucho sentido. Habiendo tantas formas de pensar la educación, nada hace presuponer que todos vamos a elegir los mismos paradigmas, las mismas teorías, los mismos enfoques técnicos. Además, como cada paradigma tiene a la base una ética, lo que queda implícito en una dimensión teleológica ¿Para qué enseñar? ¿debemos formar trabajadores para el campo laboral? ¿las empresas tienen que solicitar el empleado que necesitan? ¿O deberíamos formar personas? Para el Estado, ¿es más importante un ciudadano que conoce sus derechos o uno que obedece y se conforma?
La Educación forma a las personas que construirán el futuro. En un mundo tumultuoso e incierto, la educación es todo menos una tarea fácil.



Debatir y reflexionar la educación es asumir con responsabilidad que toda política educativa tendrá un impacto profundo en la sociedad. Para generar cambios hay que provocar, desaprender y aprender constantemente. Lo valioso de las charlas de amigos es que hay muchas miradas. Todos aportan desde un lugar diferente. Si sólo opinaran los teóricos, nunca veríamos las grandes escisiones que existen entre la teoría y la práctica pedagógica. Si solo escucháramos a los docentes, nos perderíamos la parte que más importa: la mirada de los alumnos. Los mejor de estos debates es, justamente, que la multiplicidad de miradas enriquece la educación.

Al final de cuentas, a la educación no la pensamos: la construimos apasionadamente.


Para seguir conversando

Ahora, mi pregunta para usted es ¿cuál ha sido la discusión sobre educación más acalorada que le tocó vivir? Por favor comparta sus experiencias en el cuadro de comentarios.

¡Nos seguimos leyendo!

Fuentes

Khun, T. (1986). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Sampieri, R., & Mendoza Torres, C. (2018). Metodología de la investigación: las rutas cuantitativa, cualitativa y mixta. McGraw-Hill Education.
David L, "Paradigms," en Learning Theories, 12-12-2015, en
https://www.learning-theories.com/paradigms
The Five Educational Learning Theories. Educational Learning Theories. Encontrado el 06-02-2019 en
Imágenes de Pixabay

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